Publicado: 2 de Mayo de 2017

Para todos/as son conocidos los días en los que la mochila está en medio de la entrada, la falta de sueño se agudiza, se ha roto el chándal recién estrenado, hay plastilina por todo el suelo, rotulador en la pared del comedor y la mejor frase de todas, «¡Ha empezado él/ella!», … . Parece que el día no acabará nunca y cuentas los minutos para meterlos en la cama.  En días así parece que lo máximo que puedes desear es sobrevivir.

Pero, ¿es eso lo que queréis recordar en el futuro: “he sobrevivido a la infancia de mis hijos”? Pregúntate: ¿qué deseas realmente para tus hijos? ¿Qué cualidades esperas que desarrollen e incorporen a su vida adulta? Da la sensación de que independencia, que progresen en el colegio, se sientan bien consigo mismos, sean educados, cariñosos, … En definitiva, queréis que sean felices (seamos felices). 

En PsiquEmocion seguimos las palabras y filosofía de Daniel Siegel (médico y profesor clínico de psiquiatría): “los momentos en que sólo intentas sobrevivir en realidad son oportunidades para ayudar a tu hijo a progresar”.

El desarrollo cerebral del niño no se crea sólo o aisladamente, es decir, el ser humano no puede desarrollarse si no es bajo la influencia de otros, necesita de la relación interpersonal para conformarse y constituirse armónica y equilibradamente. Por tanto, el entorno familiar es un contexto de aprendizaje y desarrollo para el niño.

Uno de los valores fundamentales de PsiquEmoción es poder ayudar a los niños a ser ellos mismos, más sanos e inteligentes emocionalmente, a estar más a gusto con el mundo,…. ¿Cómo? Os proponemos un cambio de perspectiva, por ejemplo,  en lugar de vivir la pelea entre hermanos como un momento de crispación y cada uno para su habitación, aprovechar ese conflicto para que aprendan a escuchar a la otra persona, a comunicar sus deseos de una forma tranquila y clara, a respetar opiniones diferentes, aprender a negociar y a ceder… Esto les permitirá que en el futuro, frente a un conflicto, sepan posicionarse, pedir, escuchar, etc. ¿A qué nos ayuda? Podemos convertir esta experiencia en algo que desarrolle no sólo el cerebro de cada uno de los niños, sino también su carácter y sus aptitudes para relacionarse.

Por ello, siguiendo el enfoque de D. Siegel basado en «sobrevivir y progresar», no necesitas buscar un tiempo que a veces es casi imposible de conseguir para ayudar a tus hijos a progresar. Puedes emplear todos los ratos que compartís –tanto los estresantes como los amorosos y adorables– como oportunidades para ayudarlos a ser las personas responsables, afectuosas y capaces que deseas que sean. Os proponemos que veáis cualquier situación como una oportunidad para hacer que vuestros hijos reflexionen sobre su actitud, sobre qué están sintiendo, aprovechar ejemplos para preguntarles qué harían ellos (en lugar de dar una respuesta rápida y absoluta sobre lo que está pasando),….

Como progenitores, en muchos casos estamos programados para intentar crear una burbuja donde aislar a los pequeños de todo sufrimiento y dolor, pero en realidad eso es un imposible. Nuestros hijos se sentirán heridos, se caerán, sentirán miedo, desesperación, enfado, tristeza… y poder vivir estas experiencias acompañados (que no sobreprotegidos) por sus padres, les permitirá crecer y descubrir el mundo.

En un próximo artículo queremos darte unas sencillas nociones que no solo mejoren la actitud de tu hijo sino también su salud emocional y su desarrollo cerebral.