Publicado: 25 de Julio de 2017

Había una vez una manzana que siempre había querido ser  Estrella. Nunca quiso ser manzana. Se pasaba las horas pensando, ilusionada, cómo sería vivir una vida brillante desde el cielo.

Un buen día, viendo a las aves ascender hacia lo alto, la manzana les preguntó: – ¿dónde duermen las estrellas?.

Las aves sonriendo, dijeron : -No, querida manzana, las estrellas están en el cielo día y noche, siempre llenas de luz, pero de día el Sol no nos permite divisarlas.

A nuestra protagonista se le avivaron los deseos de ser una Estrella, allá en el alto cielo, cargada de luz inagotable.

Otro día la manzana preguntó al viento :- dime viento, ¿las estrellas están fijas o se desplazan recorriendo el firmamento?.

-Las estrellas recorren todo el firmamento a una velocidad de vértigo, contestó el viento.

Una vez más se avivó el anhelo de convertirse en Estrella. La manzana poco a poco maduraba pero era incapaz de sonreír, no aceptaba su destino y no era feliz.

Un día una familia se refugió bajo las ramas del gran manzano, buscando su sombra protectora. Felices contemplaron las apetitosas frutas, el padre con cuidado agitó el tronco y cayeron varias manzanas, las más maduras. La niña cogió la más hermosa, la observo, la olió y la frotó con su vestido dejándola muy brillante. Luego le pidió la navaja a su padre y sin saber por qué pero con mucho cuidado, la corto de forma transversal, en horizontal ; la pequeña quedó asombrada al ver la Estrella que apareció en el Corazón de la manzana, ¡mirad qué maravilla, aquí hay una Estrella! gritó la niña demandando la atención de toda la familia.

La manzana había vivido sin darse cuenta de que dentro de sí guardaba lo que tanto ansiaba, sólo que para mostrar su Estrella tenía que abrirse y  brindarse a los demás.

¡Tantas veces buscamos fuera lo que llevamos dentro!